1 / 6 / 1674 | Tercer gran revelación a Santa Margarita de Alacoque
En lo que probablemente era el primer viernes de junio de 1674, fiesta de Corpus Christi (según el almanaque de 1674 el primer viernes es primero de mes)
Tercer revelación
Así, estando ella una vez más ante ese Sacramento del Amor, entró en éxtasis y vio a Nuestro Señor Jesucristo “fulgurante de gloria con sus cinco llagas que brillaban como cinco soles, y de esta sagrada humanidad salían llamas de todas partes, pero sobre todo de su adorable pecho que parecía un horno, y al abrirse me descubrió su corazón amantísimo y amabilísimo, que era la fuente viva de estas llamas. Fue entonces cuando me descubrió las maravillas inexplicables de su puro amor, y hasta qué exceso Él lo había llevado a amar a los hombres, de los cuales no recibía sino ingratitudes y frialdades” .
El Redentor del mundo le dijo:
“Esto [las ingratitudes y frialdades] me es mucho más doloroso que todo cuanto sufrí en mi Pasión. Si al menos [los hombres] retribuyesen al amor que les tuve, estimaría en poco lo que hice por ellos. Pero solo tienen frialdad y repulsas groseras con relación a todos mis desvelos por hacerles el bien” (Autobiografía , 55).
Le dirige las siguientes peticiones:
º Comulgarás tantas veces cuanto la obediencia quiera permitírmelo
º Jueves a viernes haré que participes de aquella mortal tristeza que Yo quise sentir en el huerto de los olivos; tristeza que te reducirá a una especie de agonía mas difícil de sufrir que la muerte.
º Por acompañarme en la humilde oración que hice entonces a mi Padre en medio de todas mis congojas, te levantaré de once a doce de la noche para postrarte durante una hora conmigo; el rostro en el suelo, tanto para calmar la cólera divina, pidiendo misericordia para los pecadores, como para suavizar, en cierto modo, la amargura que sentí al ser abandonado por mis apóstoles, obligándome a echarles en cara el no haber podido velar una hora conmigo...